Symptomatic {Caroline} +18

Un dolor de cabeza horrible. No había sido ocasionado por las clases, que aunque podían ser aburridas no lo eran para tanto. Tampoco había sido cosa de que estuviera enfermo, o que sufriera de jaquecas por alguna condición física. Era simplemente que me había tocado estar sentado cerca de un grupito de chicas con demasiada... bondad, por decirlo de alguna manera. Bah, eran simplemente detestables, hablando de los chicos que les gustaban, de cachorritos, de combinaciones de zapatos, de lo que les encantaba el chocolate y lo mal que les hacía... Simplemente repugnante, y me había tenido que tragar todo eso por más de media hora, tiempo después del que simplemente me tuve que ir del lugar antes de que el dolor de cabeza fuese acompañado por un estómago revuelto.

En busca de tranquilidad y silencio, además de quizás una aspirina, llegué a la enfermería, y al no encontrar a nadie me puse a buscar por mi cuenta algo que me sirviese.

Como era de esperarse en mi persona, no andaba en clases. No me importaba a decir verdad, sólo iba si el tema en presentación era divertido en mi persona. No había nadie en los pasillos, todo estaba tranquilo. Comenzé a caminar por el pasillo principal, moviéndome de un lado a otro, haciendo gestos estúpidos, y ¿qué más da? Estaba sola.

Seguía moviendome raro, hasta que noté un pequeño ruido, que venía de la enfermería, quizás como algo cayéndose, y aunque no fue estruendoso, sentí las vibraciones en el suelo. Me acerqué sin intenciones de ser callada, miré por la puerta y era Lucien. Lo miré de arriba para abajo, analizándolo. Entrecerré un poco los ojos, y me apoyé en el umbral, poniendo mi mano en la parte de la cintura que quedaba al aire. - Buscas drogarte o algo?, acá no hay agujas..- Le dije en tono sarcástico.

Los estantes, aunque con vitrinas que dejaban ver su interior, estaban cerrados con llave, diría que por obvias razones de no ser porque a menos que alguien se tomase un montón de pastillas de todo un poco no le pasaría nada más allá de una posible úlcera. No era la idea romper las vitrinas, además de que haría mucho ruido, así que busqué hasta encontrar un clip metálico, que usé para abrir una de las cerraduras, con la mala suerte de que uno de los frascos estaba en un equilibrio precario y cayó al suelo, causando cierto ruido aunque sin llegar a romperse.

Solté una corta maldición y lo recogí para ponerlo en su lugar antes de tomar el frasco con las aspirinas y sacar un par, metiéndomelas a la boca de golpe. En eso estaba cuando escuché una voz conocida, girándome para encontrarme con Caroline parada en la puerta.

-¿Me ves cara de drogadicto?- le pregunté con una media sonrisa y alzando una ceja.

Ví su cara de asombro, quizás, al verme. Reí de lado ante su comentario agregando un gesto de negación. Lo miré sonriendo, sin decir palabra alguna y lentamente me comenzaba a acercar a él, moviendo las caderas notoriamente. Una vez llegando cerca de él le dije: - Claro que eres un adicto, pero no de las que te cagan la mente..- Comenzé a rodearlo con los brazos juntos, mirándolo de pies a cabeza. - Yo también soy adicta, debo decir..- Comenté cuando me hallaba cerca de su espalda. - Pero de otro tipo de "drogas"..- Susurré cerca de su oído. Volví a estar frente a frente en milisegundos, lo miré coqueta y le alzé una ceja.

Me alejé y caminé hasta donde estaba la camilla, dando un brinco pequeño, me senté. Cruzé las piernas, llevé los brazos por detrás de mi espalda y lo miré.

Aspirinas, ¿para qué? Después de todo, Caroline podía fácilmente quitar el dolor de cabeza sólo con estar ahí... de la misma manera en que podía darme otros tantos por otras razones, aunque no era lo que parecía que iría a pasar en esta ocasión.

Observé su sonrisa mientras ampliaba la mía, especialmente al verla acercarse de esa manera, contoneando sus caderas en un andar sensual, tan propio de ella. Aunque había empezado mirándola de frente, pronto me encontré haciéndolo con el rabillo del ojo, a medida que me iba rodeando, escuchando sus palabras con una atención interesada.

-¿Ah, sí? ¿De qué tipo de drogas estamos hablando?- le pregunté, solamente por jugar que sabía perfectamente a qué se refería, y se notó cuando con un gesto cerré la puerta mientras me acercaba a la camilla, poniendo mis manos a los lados de sus piernas.

Tomé una bocanada de aire, al momento que cerró la puerta, me estaba correspondiendo la insinuación que le hacía. - Un tipo de drogas que, hacen bien, si se le puede decir así..- Dije con un tono de despreocupación, mientras seguía viéndole a esos ojos que tanto me facinaban.

Se acercó a mí, poniendo sus manos al lado de mis piernas. Lo miré entrecerrando los ojos, pero no excesivamente. Tras un silencio reí de lado. Descruzé mis piernas, las estiré y las rodeé por la espalda de él, haciendo una fuerza hacia mi cuerpo con ellas, teniéndolo cara a cara.

Tomé una de mis manos, y la puse por detrás de su cuello, mientras con la otra, acariciaba la parte de su barbilla con la punta de los dedos, me acerqué hasta rozar nuestros labios, y en un juego de seducción, sólo movía mi rostro para seguir rozandolos.

-Mmmmm, pues sí, creo que tienes razón, ese tipo de drogas se me da muy bien- le respondí, mientras miraba a esos ojos tan seductores, llenos de una expresión de deseo en esos momentos que fácilmente se podría equiparar con el mío.

Sus bien torneadas piernas se movieron de su posición rodearon mi cintura y atenazándose contra mi espalda, arrastrándome hasta pegarme más a su cuerpo, arrancándome una sonrisa llena de malicia al rozar sus labios contra los míos. Estaba claro lo que quería, lo que ambos queríamos en ese momento, y estaba más que dispuesto a otorgárselo, a dejar que el desenfreno fuese el que liderase nuestros impulsos. Llevé mis manos a sus piernas, que empecé a acariciar con lujuria en lugar de ternura, mientras mis labios atrapaban los suyos.

Fue como si hubiera accionado algún tipo de switch al atrapar sus labios entre los míos, pues desbordó en un arranque de deseo, liberándose ante sus instintos más primarios, que era justamente lo que estaba buscando, y por mi parte no tenía ni la más mínima intención de mantenerme en control de las distancias entre ambos. No por ahora, por lo menos, que quería disfrutarla a fondo.

Mis manos en sus piernas pasaron rápidamente hacia su cintura, y de ahí a buscar la manera de empezar a desnudarla, aunque tuviera que romperle la ropa, de ser necesario. Me daban igual esos detalles, mientras la poseyese.

Me había enfriado en el camino desde donde estaba anteriormente hasta la enfermería, que se había anunciado que incluso nevaría dentro de los días siguientes, lo que se traducía en que, considerando de dónde venía, pasase realmente frío a ratos, aunque apenas estaba a cubierto mi temperatura corporal empezaba a elevarse, cosa que todavía no había pasado (gracias a que traía solamente una polera puesta)... hasta que Caroline empezó a aumentarla, lo cual, junto a mi naturaleza y la situación en la que estábamos, seguro que la subiría a niveles insospechados.

Nuestros cuerpos se pegaban cada vez más, hasta que el sólo roce de ellos bastaba para subir la excitación que ya sentía. Se separó por unos momentos de mí para encargarse de mi polera, rompiéndola en la premura de la necesidad de estar juntos. Su sweater desapareció pronto, y su sostén no duró más de un par de segundos extra abrochado, mientras besaba acaloradamente su cuello.

Los tirantes de su sostén iban resbalando por sus hombros a medida que nos movíamos el uno contra el otro, en un roce que hacía que sus brazos casi se marcasen en mi espalda por la presión que ejercía y el cambio constante de temperaturas entre ambos. Pronto empecé a pasar los besos desde su cuello a sus hombros, alternando los besos con leves mordiscos que no le harían daño realmente.

Sus manos parecían ejecutar una danza, tan pronto estaban en mi espalda, atrayéndome, como en mi pecho y vientre, hasta que una de ellas tomó una de las mías para llevarla a su pecho, que empecé a acariciar a la vez que iba liberándolo de la tela de su sostén.

El sostén de Caroline ya iba por la mitad de sus brazos cuando con un rápido movimiento se lo terminó de sacar, dejándolo caer, tirándolo, por cualquier lado, para luego volver a los besos que habían quedado en pausa, retomándolos ambos con suma pasión.

Se fue recostando en la camilla, haciendo que la siguiera en su trayectoria, aunque no era que me quisiera separar tampoco ahora que habíamos comenzado ese camino. Sus manos bajaron por mi torso hasta llegar a mis pantalones, que comenzó a separar de mi cuerpo, llegando casi a resbalar por mis piernas de no ser por la posición en la que nos encontrábamos. A mí, a decir verdad, no era que me importase que entrase alguien, o más bien que lo tuviera en mente, y si alguien lo hacía la pasaría sumamente mal, de eso me encargaría yo. Por eso era que, separándome por un momento de ella, de un par de tirones la dejé apenas con la única prende de ropa interior que le quedaba.

Ni me fijé en el diseño de su ropa interior, que eso quedaba para cuando había menos lujuria involucrada, cuando se estaba construyendo la excitación a base de sensualidad y tentación... pero estábamos bien pasados esa etapa en esos momentos, mis instintos gritándome que la hiciera mía, que la poseyese por completo, aunque no necesitaba de tanto grito con lo dispuesto que estaba a ello.

Nuevamente hubo una separación entre ambos, llena de expectativa y de miradas de deseo, y en un instante Caroline había quedado completamente desnuda, dejándonos igualados al deshacerse de mis boxers, dejando por fin en libertad a mi miembro, que se encontraba en completa erección. Sonreí lujurioso, y empecé a frotarme contra su sexo.

Sonreí ampliamente con su risa, que reconocía fácilmente el tono, así como ella sabía perfectamente lo que venía a continuación y por eso era que la soltaba, para nada en un afán de burlarse. Seguí rozándome, tentándola y tentándome a mí mismo, a medida que ella me acercaba a sus labios para volver a besarnos, aunque conforme lo hacíamos empecé a introducirme en ella con lentitud y deliberación completa, hasta llegar a lo más profundo.

Unos instantes más tarde se pegó completamente a mi torso, a la vez moviendo su cadera para comenzar con esa danza tan antigua y en la que disfrutábamos ambos tantísimo. No me quedé atrás, sino que me empecé a mover en forma circular, para alcanzar cada rincón de su interior.

Al estar así de unidos me era fácil escuchar los sonidos que intentaba contener mordiendo su labio, aunque se ahogaban al no poder escapar por su boca. Divertido en medio de ese despliegue de placer que me recorría por todo el cuerpo al estar poseyendo a Caroline, besé sus labios para desatar su lujuria en forma de esos gemidos que sabía que me volvían loco.

De momento ella llevaba la voz cantante, como lo mostró al cambiar las tornas, dejándome a mí de espaldas y dedicándose a cabalgarme de una manera sencillamente deliciosa, con la ventaja adicional de poder verla en su desnudez completa y gloriosa.

La temperatura aumentaba con cada segundo que pasaba, con cada momento en que nuestra lujuria se desataba, y finalmente empecé a escuchar lo que había estado buscando desde hacía unos momento atrás, esos gemidos provenientes de sus labios que simplemente me sacaban de mis cabales que me lanzaban en una espiral de salvajismo incontenible.

Ella aumentó la intensidad con la que se movía encima mío, pero entonces contraataqué con poderosas embestidas que a pesar de mi posición lograrían un gran efecto en ella, estando ahora mismo causando que la camilla se moviese con violencia.

No disimulaba en absoluto ese desenfreno que me causaba Caroline, no tenía intenciones de hacerlo y ni siquiera sabía si podría de ser así. Aquel ligero tono de posible dolor en los gemidos de ella, unido a la simple lujuria que podía encontrar como el tono base, todo aquello llegando a expresarse cerca a mi oído, desataba mis instintos más bajos y primitivos.

La besé con salvajismo y, antes de darme cuenta, había girado para tenerla bajo mío de nuevo, separándome de su cuerpo sin previo aviso, girándola mientras me ponía de pie y posicionándome a su espalda para poseerla nuevamente, de golpe, sin siquiera pensar en pedir permiso o en cualquier otra cosa que no fuera disfrutar de su cuerpo, gozándome en cada embestida que le daba de esa manera.