Espia al encubierto o algo parecido...(Libre)

El clima estaba de lo más agradable, nublado y, como había escuchado por ahí a un par de chicas, miserable. Y es que miserable era lo que le apetecía a uno de tanto en tanto, que si bien le faltaba una coloración más rojiza para recordar a casa, al menos hacía que las estúpidas conversaciones sin sentido que pasaban de un lado para otro se cortasen o por lo menos se apresurasen por temor a encontrarse bajo la lluvia cuando finalmente cayese.

La mayoría de los estudiantes apenas le echaban una mirada al cielo encapotado antes de apresurarse a ir a sus habitaciones, que si bien dentro de la universidad en sí no se mojarían, tampoco querían quedarse dentro de una sala mientras durase la lluvia, para la que pocos estaban preparados.

A mí no me molestaba particularmente, así que caminaba sin preocupación por los pasillos, mirando los patéticos esfuerzos de algunos por salir de las dependencias, chocando entre ellos, causándome pequeños accesos de risa. Por eso fue que llamó mi atención ver a una chica bastante tranquila, apoyada contra una pared, mirando cómo pasaban los demás. -¿Tú no te apuras, pelirroja?- le pregunté, acercándome a ella con las manos en los bolsillos.

Había algo particular en la chica que hacía que mis reflejos se activasen inmediatamente, una cosa de instintos básicos, que me hizo adivinar que, para empezar, no era una humana común y corriente, y lo más probable era que perteneciese al 'otro bando', aunque no parecía estar precisamente en posición de ataque... aunque eso era fácilmente entendible, ya que en la universidad había una especie de tregua, un tratado de no-agresión que ayudaba a que los que no eran como nosotros, los humanos, no sospechasen lo que ocurría en los predios. Siendo así, bien podía tranquilizarme un poco, aunque sin llegar a cometer la estupidez de relajarme por completo.

-Creo que eres de las pocas que no está apresurándose para volver a su dormitorio- comenté sencillamente, apoyándome en la pared a su lado, observándola de reojo, intentando adivinar a partir de su expresión qué era lo que tenía en mente. Ángel, ninfa, licántropa, fuese la criatura que fuera, era guapa.

Un fuerte destello iluminó todo el campus a pesar de lo oscuro que se estaba poniendo gracias al cielo encapotado, y segundos después le siguió un trueno que pareció resonar en cada una de las paredes que nos rodeaban, incluso en la que nos apoyábamos en ese momento, dando la sensación de que temblaba un poco. Suponía que había sido que un rayo había caído en las cercanías, e incluso podría jurar que sentía algo de estática rodeándonos, aunque lo mismo era cosa de mi imaginación.

Eso, por supuesto, en lugar de hacer que la gente se quedase dentro de los edificios, donde era más seguro, los hizo correr y atropellarse, cayendo unos cuantos al suelo mientras miraban con caras de desesperación la estampida. La escena me hizo sonreír de costado mientras negaba con la cabeza.

-Supongo que no ha funciona mucho eso de que hay que mantener la calma y todas las cosas lógicas a hacer en este tipo de casos...- comenté, fijándome en individuos en particular saliendo al exterior, al temporal que se desataba.

Era una soberana estupidez, aunque no se podía pedir otra cosa considerando que la gran mayoría eran simples humanos, con una nuez por cerebro y gobernados por unos instintos que para poco servían, haciendo que muchas veces me preguntase cómo era que seguían vivos después de tanto tiempo en lugar de extinguirse como era lo más lógico que ocurriese. No que fuera algo terriblemente malo, que al final eso significaba que para cuando pudiese hacerme con el control del plano terrenal, tendría millones de esclavos.

-Estoy de acuerdo contigo, pelirroja- le respondí, guiñándole un ojo y gratamente sorprendido de que de alguien a quien había tomado como un enemigo natural de ese lado salieran palabras como ésas, señalando lo inútiles que eran y tomando cierta superioridad sobre ellos. Es que, ¿a qué negarlo? Eramos superiores en todos los aspectos.

Al parecer la había malinterpretado ligeramente, aunque no era que estuviera tan lejano a lo que había querido decir, que a mi manera de ver, si es que alguien tenía reacciones patéticas era que, en el fondo, o no tan en el fondo, era una persona patética, y no podía ser que solamente juzgase solamente las actitudes en lugar de a las personas. De nuevo, así lo veía yo. Quién sabía si es que, con otro sistema de valores y tonterías de ese tipo, se podría tomar de alguna manera diferente. No era que me interesase, tampoco.

-Bueno, Nina la pelirroja- le respondí con una media sonrisa que era un poco de burla y otro poco de aceptación. -Mi nombre, para que ahora sí lo sepas, es Lucien- agregué a manera de presentación, sonriendo algo más ampliamente después de que ella me devolviese el gesto del guiño del ojo.

Me di cuenta de que se perdió unos momentos en sus pensamientos pues estuvo ausente. Habían sido apenas unos segundos, y no había interrumpido en absoluto alguna conversación, pero lo había notado igual, y me pregunté internamente a dónde se había marchado, por pura curiosidad, qué sería lo que había gatillado esa dispersión, y si era algo frecuente en ella.

-El gusto es mío, Nina- le respondí, tomando su mano y llevándomela a los labios en un gesto que algunos considerarían anticuado, pero que no estaba de más de tanto en tanto. Luego la solté con delicadeza, sonriéndole. -No hacía absolutamente nada, paseaba, simplemente, disfrutando el clima- le respondí en un tono que no dejaba en claro si bromeaba o no.

El cambio repentino del clima me hacía pensar que había alguien jugando con sus poderes por ahí, que no era algo completamente descabellado considerando que estábamos en una universidad donde había personas con habilidades de todo tipo. Sin ir más lejos, bien podría ser Nina, mi recién conocida, la que estuviera haciéndolo, que no tenía idea de qué era lo que podía hacer, más allá de que no era una humana común y corriente. Claro que tampoco la había percibido realizar algún esfuerzo por mínimo que fuera para lograr algo de ese tipo, que no creía que fuese algo fácil.

-A veces no está nada de mal dejar para mañana lo que puedes hacer hoy, ciertamente- le respondí, sonriendo de la misma manera en que ella lo hacía. -Y bien, ¿qué piensas hacer con el tiempo que tienes?- le pregunté, interesado.